Páginas

domingo, 11 de noviembre de 2012

Capítulo 12: Preguntas sin respuestas.

TATACHÁAAAAAAAAAAAAAAAN. Y aquí estamos, de vuelta. Por si el domingo se os presentaba aburridillo, aquí me tenéis a mí para entreteneros (bueno, quizás no, no sé...) En fin, os tengo que decir un par de cosas: es un capítulo rarou rarou. No sé, pero siento que tenía que escribirlo así, dándole ese toque de misterio, y dejando tantas preguntas abiertas que, claro está, se irán resolviendo en los siguientes capítulos. Otra cosa, ¿habéis visto mi nueva pestaña, 'Sinopsis'? Espero que os guste. Poco a poco iré añadiendo más cosas. Y, por último este capítulo también es un poco cursi, se siente. Bueno, en parte sentía que debía dedicarle un poquitititito a la pareja de Keegan y Sissie, que me encanta y nunca les doy ni una goterita de protagonismo, jopé; la pareja de Kath y Jay, en fin... Son los protagonistas. Y, la primera parte del capítulo, que es como un flashback, desde el punto de vista de Cedric, simplemente, creo que sería bueno escribir de vez en cuando partes de esta historia y, para ello, quiénes mejor para contarla que los propios protagonistas. Quizás sea muy romanticón, pero quería simbolizar el hecho de que su relación se basa en el amor más puro, amor por encima de todas las cosas. Ah, y avisaros que de vez en cuando, a partir de ahora, iré entremetiendo ciertos flashbacks como éste, a veces contados por Gill, a veces contados por Cedric. Y, ya está que me enrollo más que unas persianas indias, que disfrutadlo muchito (como diría Soraya de Aída, jaja, ¿no veis esa serie?) UN BESAZO A TODOS.
“La noche vuelve a estar oscura y lluviosa, otra vez. Las gotas golpean arrítmicamente la fachada, y el sonido de los truenos se confunde con los latidos de mi corazón. ¿Enserio son latidos? Ya no sé siquiera si la sangre me bombea, si es que queda alguna circulando por mi cuerpo. Mis pensamientos, mi aliento, incluso mi cuerpo se entremezclan y forman una amorfa sensación de vacío que me hace preguntarme si aún soy real o no. ¿Lo soy?
La respuesta afirmativa a mi pregunta está a mi derecha. Muevo ligeramente la cabeza y ahí está ella, tan plácida y hermosa como siempre. Tiene su cabeza apoyada sobre mi muslo. Le acaricio el pelo, suavemente. Varios mechones se quedan en mi mano con este simple gesto. Dios mío, esto no puede seguir así.
No me explico cómo Gill puede dormir. Yo no tengo fuerzas para dar un paso, pero no soy capaz de cerrar un ojo. Podrían asaltarnos, aunque lo que me quita el sueño es esta sensación de hambre en el estómago, que se corre por todo mi cuerpo. Ya son cinco días con sus cinco noches los que llevamos sin comer. Aunque aquí encerrados, ya van como dos semanas.
Creo que si pasa otra más, probablemente ya no lo contemos. Mi cara es un poema entre cortes por la frente, labio roto y ojos y nariz amoratados. Mi camisa, hecha jirones, deja entrever las múltiples cicatrices que me produjeron los últimos “experimentos” y sus respectivos enfrentamientos. Mi rodilla aún sangra, y sigo sin saber si el hueso está roto o no, pero me es imposible caminar. Tengo los dedos contraídos y ya no recuerdo lo que era no sentir dolor.
Gill tampoco es que esté mejor. Mi único logro es que he conseguido que a ella la maltraten menos, pero la sangre se la han extraído del mismo modo. Entre las extracciones de sangre y los ayunos, ha perdido más de tres kilos; puedo contarle todas las costillas sin ningún problema. Las piernas le flaquean, y los brazos le tiemblan. Las ojeras le ocupan media cara. Sin olvidarnos, claro, de la tremenda herida que tiene en la boca del estómago. Sin embargo, sigue siendo tan bellísima como siempre. Hasta con una camisa vieja y sucia, enferma, y dormida, me sigue resultando la mujer más bonita que existe.
Tenerla aquí al lado mío es lo único que me sigue concediendo un mínimo atisbo de esperanza. Se la ve tan inocente, tan vulnerable, pequeña… Indefensa. No puedo rendirme ahora. Sé que lo hemos intentado y no ha funcionado, pero nosotros vamos a lograr salir de aquí, y vamos a ser felices. Ella lo merece.
Porque no sé cómo, pero ella es increíble. Me enamoró desde la primera vez que la ví, y ahora tan lívida y fría, no puedo evitar posar mis palmas sobre sus mejillas, y querer abrazarla, besarla, amarla. Es ella y no es nadie más. Es mi principio y mi fin. Mi sonrisa. Mi amor.
Abre los ojos. Profundos, verdes y sinceros. La primera cosa que me enamoró de ella.
‘Cedric’, susurra, y una diminuta sonrisa se perfila sobre su lívido rostro.
‘Mi amor, no hables, descansa’, le digo, rozándole los labios con mis dedos.
Ella acerca su cara a la mía y me besa. ‘Estoy bien, sólo un poco… asustada’
‘¿Por qué te asustas?’
‘No sé… ¿Y si, y si nunca salimos de aquí?’ se sorbió los mocos.
‘No te preocupes, saldremos de aquí sea como sea. Lo sé. Tengo un buen presentimiento’. Porque lo cierto es que lo tengo.

Entonces, se abre la puerta y Ella aparece.”

                                                                                           Cedric, 25 de febrero de 1982

-Sigo sin entender cómo va a salir una persona de un espejo- comentó Kathleen mientras ambos inspeccionaban el espejo de la pared.
-¿Y crees que yo lo sé? Yo sólo… lo recordé.
-¿Nunca te has preguntado por qué recordamos o vemos cosas que no nos han pasado a nosotros?
Kath comenzó a pasearse por la habitación. Se acercó a la estantería y leyó los tomos en voz alta.
-Anuarios. Curso 1981-1982. Eh, mira, quizás esto pueda ayudarnos.
-No sabía yo que un anuario nos dijera por qué tenemos visiones, Kath.
Kathleen extrajo el tomo.
-No seas idiota, rubiales. Si Gill y Cedric desaparecieron hace treinta años, desaparecieron en el año ochenta y dos, por lo tanto, su foto podría salir aquí. Eso nos ayudaría a saber a ciencia cierta si los chicos de nuestras visiones son o no Gill y Cedric. Eso demostraría que hay un vínculo entre nosotros.
-No es un gran paso.
-Por lo menos es algo. Ya que hemos subido hasta aquí… Si no, a ver, te dejo feliz probando a decir “Ábrete Sésamo” con el espejo.
Jay resopló y se acercó a ella, aunque siempre lo suficientemente lejos como para tocarla.
-A ver… Nada, nada, nada… ¡Eh! Ah, no, ése es Gilberto. Mmmm… ¿Podría ser ésta rubia? Ah, se llama Susan, descartada.
-Eh… Ojos verdes
-¿Qué? ¿No ves que estoy buscando?
-Es que creo que te estás equivocando al buscar. Mira, estás mirando en las orlas de final de curso, y para entonces, Gill y Cedric habían desaparecido. Deberías buscar al principio, en las fotos de principio de curso.
-¿Sabes? Hay dos cosas que odio de ti. Una que tengas razón.
-¿Y la otra?- preguntó pícaro.
-Que… que…- el rubor empezó a aparecer en las mejillas de Kathy- que seas tan guapo.
-Oh, mira, ahí está.
-Sí, eso.
Ambos trataban de cambiar de tema. Y, entonces, encontraron lo que buscaban.
“Gill Freeman”, se leía debajo de la fotografía de una sonriente chica. Mejillas sonrosadas, labios carnosos, ojos verdes y llamativos, y una larga melena rubia la hacían bastante atractiva.
“Cedric Mitchell” era el pie de foto que acompañaba la imagen de un guapísimo joven de mirada azul, sonrisa perfecta y pelo rubio oscuro, casi castaño.
Sí, sin duda eran ellos. Ésas caras no se olvidaban con facilidad.
Entonces vieron otra cosa que era todavía más extraña.
                                                           --
-¿Adónde me llevas que necesitas que vaya con los ojos vendados?- rió Sissie, con un antifaz sobre los ojos, que iba de la mano de Keegan por los pasillos.
-Shhhhh, es una sorpresa- le dijo él, conduciéndola por una puerta.
-Ya puedes quitarte el antifaz- le dijo.
Sissie se destapó los ojos y ante ella apareció el jardín del Internado. Lo que había cambiado era un adorable picnic montado en el centro, con pasteles, zumos, tortas y demás dulces.
-Feliz aniversario, bonita mía- le dijo, y ella corrió a darle un beso.
Era su primer aniversario, y Keegan había elegido para celebrarlo el lugar donde se dieron su primer beso.
-¿Te he dicho alguna vez que eres el novio más adorable que hay?- le preguntó, risueña, Sissie, mientras corría sentarse.
-Ya he perdido la cuenta- le contestó él sentándose a su lado.
Comenzaron a comer y a reír mientras Keegan detallaba todas las peripecias que había montado para prepararlo.
Justo que su novia le iba a preguntar dónde había conseguido sus pasteles favoritos, que apareció la sombra de un enclenque muchacho.
-Eh… Keegan… Sissie…
-QUÉ QUIERES, CALLUM- por su tono y su mirada, si Callum no salía a correr es que era aún más tonto de lo que parecía.
-Pu-pu-pu-es estoooo qu-que la bibliotecaria os está bus-can-cando.
-Ah, no pasa nada, dile que vamos luego- Sissie sonaba más afable, aunque por dentro se muriera de ganas de estrangular a Callum.
-No, es que ha dicho que tenéis que ir, urgentemente, porque ES CUESTIÓN VITAL. SE TRATA DE JAY Y KATHLEEN. Y ya no me ha dicho más.
Callum, una vez recitado su discurso, puso pies en polvorosa y corrió como alma que lleva el diablo.
-No entiendo qué mosca le ha picado a esa pava.
-Tranquilo, cariño, mejor será que vayamos, y así terminamos pronto.
La pareja se predispuso a marcharse y, en menos de dos minutos, estaban en la biblioteca, delante de Margaret.
-Espero que tenga un buen motivo para obligarnos a venir aquí.
El tranquilo rostro de Margaret se veía aparentemente nervioso.
-Sí… Es sobre vuestros amigos, ya sabéis.
-¿Les ha pasado algo?- preguntó Sissie preocupada.
-Ah, no, tranquila, Cecilia, pero les pasará si no me ayudáis- su voz resultaba misteriosa, fría y calculadora, como si midiera cada palabra que pronunciaba- véreis- y bajó la voz- Jay y Kath tienen muchas cosas que averiguar.
-Ya… ¿y por qué no se las cuenta usted?
-Porque… porque yo no puedo- su voz resultaba ya poco más que un murmullo- porque a mí me vigilan, pero sobretodo, porque yo no sé toda la verdad. Yo sólo sé el final de la historia. El principio lo deben descubrir ellos, y muchas respuestas a ese pasado están en el desván del Internado.
-Y ellos están ahora mismo en el desván.
-Correcto, Keegan, pero los tengo que vigilar en cada momento. Si alguien descubre que están ahí, yo estaré despedida y ellos expulsados o… Algo peor. Y yo tengo que ir a recoger un lote de libros a la librería a la ciudad. Solamente puedo confiar en vosotros dos. Quedaos aquí, y en el momento en que escuchéis pasos, echad la llave. Si oís la voz del señor director o de la prefecta, no hagáis absolutamente ningún ruido. Nadie debe saber que estáis aquí. Podrían sospecharse. Confío en vosotros, tened en cuenta que esto es muy, muy importante.
Tras dejar la intriga en el aire, Margaret salió de la biblioteca, medio trotando, medio corriendo.
Sissie empezó a dar vueltas por la habitación, y a especular.
-¿Deberíamos avisarles de que estamos aquí? No, porque, ¿y si se están en plena acción? Ay, ¿te imaginas tesoro, que por fin se hayan declarado? Qué romántico…
Se puso a dar saltitos y vueltas sobre sí misma. Mientras, Keegan había ido a sentarse al escritorio de Margaret, y estaba husmeando entre sus papeles.
-Keegan- Sissie paró de girar y se acercó a la mesa- quita los pies de encima de la mesa y, ¡no metas tus narices donde nadie te ha llamado! Margaret nos ha encargado una cosa concreta, no te ha dado permiso para que te enteres de su vida privada.
-Margaret me estropea el aniversario que llevo un mes planeando y ahora no puedo ni siquiera leer los iconos que tiene en la pantalla del ordenador… parecía bastante enfadado- Bah, tampoco tiene nada interesante. Uhhhhh… tiene una carpeta que se llama “La Hermandad”. ¿Formará parte de alguna secta satánica?
-Cielo, “La Hermandad”* es el nombre del Internado. Seguramente será una carpeta con recibos bancarios, listas de libros, y varios documentos por el estilo.
-Ah, entonces, ¿por qué tiene contraseña?- Keegan parecía un detective en plena acción- Ah, mira, y aquí tiene una carpeta que se llama “Orfanato McNamee”. ¿Estará pensando adoptar un crío?
-Probablemente sea de cuando trabajaba como asistenta de comedor en un orfanato, cuando era adolescente. ¿No recuerdas que lo explicó un día, cuando vino la asistenta social aquella a darnos la charla sobre el abandono infantil?
-Estaba dormido.
-Bueno, pues deja ya de violar la intimidad de la bibliotecaria.
-Vaaaaaaale… ¡Pues le registro los cajones!- dio un brincó y se agachó.
-Keegan…
-¡Au!- aulló, al levantar la cabeza y golpeársela contra el escritorio- Mira. Tiene aquí una carpeta que se llama “J”. A ver… Oh…
-¿Qué sucede?- Sissie acercó la cabeza hacia los papeles.
-Eh, ¿no decías que no violáramos su intimidad?- tras ver la cara de Sissie, se arrepintió y le acercó la carpeta para que pudiera verla.
-Es la partida de nacimiento de un chico. No sabía que Margaret fuera madre.
-Quizás sea madre soltera. A ver… ¿21 de junio de 1996? ¿Cuántos años tendría Margaret entonces? ¿Diecisiete? Oh, no… espera.
-¿Qué?
-En esta partida pone: “Daniella Milner, sala 101. Bebé varón. 3.750 kg. Nacimiento a las 00.00 h”.
-Sí, ¿y?
-Que después, debajo, han escrito algo con rotulador- Sissie le mostró el cuaderno. Se leía en letra grande “DESAPARECIDO”.
Ambos tragaron amargo. Siguieron mirando en la carpeta. Había varios recortes de periódicos, en los que se leían los siguientes titulares: “El famoso político M. Greyback desaparece sin dejar rastro.” “Se encuentran un bebé de apenas días en mitad del campo, sin identificación” “Desaparecen los padres de una bebé recién nacida en el mismo hospital. La policía no logra dar con ellos”
-¿Qué crees que significa esto? ¿Qué nuestra apacible bibliotecaria es una asesina en serie o algo?
-No seas paranoico. Tal vez… Sólo investigue qué relación tienen todos estos casos, por diversión.
-Sí, venga, y tú no seas inocente. ¿Entonces para qué lleva una pinza con las que se agarra el cordón umbilical colgada del llavero?
-¿De qué hablas?
Keegan le mostró un llavero que había guardado también en el cajón. En efecto, se distinguía colgada una pinza verde botella, de las que usan los médicos para agarrar la tripa de los bebés una vez les cortan el cordón umbilical.
-Lo mismo Margaret es madre. Y tal vez fuese su compañera de habitación a la que le desapareció el niño. Mira, debajo de tu brazo hay una foto.
Keegan levantó el brazó y tomó un pedazo de papel muy poco nítido. Sin embargo, se diferenciaba bastante bien las facciones de un bebé, de apenas dos años, rubio y con los ojos marrones. En la esquina izquierda, escrito con bolígrafo, ponía J.D.
-Qué bebé más bonito. Además, mira, se parece a Margaret.
-Sí, le da un aire.
-¿Ves como no había nada extraño en ello? Seguramente la historia de los bebés desaparecidos la presenciaría Margaret, o quizás conoció a uno de los bebés cuando llegó al orfanato donde ella trabajaba de joven o… ¡Quién sabe!
Ambos se relajaron un poco, aunque siempre se les quedaría la espinita clavada de qué significaba aquella carpeta.
No sabían el misterio y la historia que de verdad envergaban esos recortes.

                                          *’Brotherhood’, el nombre del Internado, significa ‘Hermandad’ en español.


































3 comentarios:

  1. si es que los del colegio quieren hacer lo mismo con jay y kat!! y si cedric y Gill están detrás del espejo?? no..supongo que estará en una isla perdidos ocultandose de los malos.. jeje

    será que el bebé ese es el hijo del de la biblioteca??

    muy interesante se ha quedado... seguiré leyendo!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues seguramente, no sé :) JAJAJA Gill y Cedric no se sabe aún dónde están; sacarás tus propias conclusiones más adelante :)
      Ah, no lo sé u.u
      ¡Me alegra, muchas gracias por tus opiniones!

      Eliminar
  2. J.D. ... ¡¿JAY DENNISON?! ¡¿JAY DENNISON ES HIJO DE MARGARETH?! ¡¿Y LLA HERMANA DE LA LIBRERA ES LA MADRE DE KATH?!... Ains que intriga. Me encanta

    ResponderEliminar