¡Hola! Si todo sale bien, esta entrada debería publicarse porque la he programado, pero no prometo nada. (voy a intentar estar por aquí aunque hayan comenzado las clases). Yo nunca incumplo mis promesas, ya lo sabéis (si es que seguís leyéndome, claro). Espero que disfrutéis la historia, un beso y muchisisímas gracias por seguir ahí tras tres años.
PD: Espero que os guste la canción, habla un poco de cómo se sienten los dos últimos personajes que aparecen en este capítulo en estos momentos.
Jay, Daniella y Kathleen no eran los únicos pacientes en aquella planta a los que se relacionara con el misterioso caso de una secta corrupta formada por la élite de Londres. Unas cuantas habitaciones más allá, una joven pelirroja escribía en un cuaderno de tapa dura mientras descansaba en una cama.
Siempre temí que mi madre no se sintiera orgullosa de mí, pero nunca imaginé que acabaría siendo yo la que no pudiera sentirse así por ella. ¿Quién me diría que perder a mi madre supondría encontrarme a mí misma? Ahora mismo, solo me arrepiento de no haber descubierto a tiempo quién
era Gaelle Milner; teníamos muy poco tiempo para decirnos muchas cosas. Quizás la vida consista en eso: una carrera a contrarreloj.
De repente, oyó pasos y cesó de escribir. ¿Quién querría ir a verla en aquellos momentos? La única persona a la que creía importarle había resultado un impostor, había maquillado sus pérfidas intenciones con hermosas palabras y mimos hacia ella. Lo único que aún la quemaba por dentro era saber si se había acercado a ella antes o después de ingresar a la Hermandad; porque desde luego que si había ingresado por su culpa, no podría perdonárselo nunca.
Cuál no sería su sorpresa al ver pasar al torbellino de pelo rubio platino entrar con una sonrisa de oreja a oreja.
-¡Zanahoria! ¿Cómo te encuentras?
-Con dolor de cabeza hasta que llegaste tú- le respondió, haciendo un amago de sonreír-. Ahora tengo jaqueca.
Sissie profirió una sonora carcajada y esperó hasta que Abby se levantó para abrazarla tan fuerte que se le cortara la respiración.
-Espero que esto cuente como un "lo siento".
-¿Lo siento?- Abby se extrañó-. Pensaba que la que te debía una disculpa era yo. Nunca he sido, ejem, lo que se dice un ejemplo de buena amiga.
-Querida Abigail Rumsfeld, eres una borde de mierda y tienes un humor de perros el noventa por ciento del tiempo, pero no eres una mentirosa. Después de todos estos años de amistad, no me fié de ti y siempre te culpé de la desaparición de Brenton. Aunque bueno, en parte sí fue tu culpa.
-¿De qué hablas?- Abby ya no entendía nada.
-Mi hermano estaba colado por ti lo suficiente como para desobedecer a la Hermandad.
Abby volvió a llorar, pero esta vez de la risa. Sí, Sissie era una cabeza loca la mayor parte del tiempo, pero su optimismo exacerbado le daba un toque de color a su manera tan gris de ver la vida.
-¿Amigas de nuevo?- preguntó Abby, esperanzada. Después de todo, necesitaba a la rubia oxigenada, como la solía llamar de broma.
-No- respondió Sissie tajante-. Yo no era amiga de la nueva Abby porque no confiaba en ella. No confiaba en que hubiera renacido, y me siento terriblemente culpable. Pero todo tiene solución. ¿Quieres que comencemos a ser amigas?
Abby volvió a reír y la abrazó.
-Hay otra persona que quiere hablar contigo, pero tendrás que aguardar hasta que termine la entrevista que le están haciendo ahora mismo. Ya sabes, no se renace todos los días- le guiñó un ojo Sissie.
Habrían de pasar varias horas hasta que la enfermera entrara en la habitación de Abby.
-¿Abigail Rumsfeld?- leyó en el papel que traía apuntado-. Ha sido dada de alta. Puede salir cuando lo desee.
Antes de salir la enfermera se volvió sobre sí misma.
-Ah, sí, hay alguien que la espera en la cafetería en diez minutos.
Rápidamente, Abby hizo un hatillo con las pocas cosas que tenía encima, se aseó, se cambió de ropa, y abandonó la habitación que la había acogido durante un día y medio. Lo poco que quedaba de la antigua Abby desaparecería tras esa puerta cuando la cerrara, se dijo.
No sabía quién podría esperarla en la cafetería, suponía que Callum, o quizás Jay. No esperaba para nada lo que iba a encontrarse.
El joven de ojos almendrados y cabello desordenado se dio la vuelta y le sonrió.
-Me alegra ver que hayas venido.
-Y a mí que no estuvieras muerto.
Emitió una sonora carcajada.
-Tú y tu humor negro...- se acercó a ella-. Parece ser que tampoco has cambiado tanto.
-Brenton, yo...- musitó-. Siento si te viste involucrado en todo esto por haber sido mi amigo. Lo último que hubiera querido en el mundo es que te hiciesen daño.
-Hay personas que merecen los sacrificios que has de hacer por ellas. Abby, llevo colado por ti desde que tenía dieciséis.
Ahora la que sonreía era Abby.
-Siempre me gustaste, pero ahora mismo... Necesito un tiempo, Brenton.
-Si te he esperado dos años, ¿por qué no iba a esperarte un tiempo más? Quizás no seamos inmortales, pero una vida da para mucho- y le guiñó un ojo.
Ambos salieron de la cafetería del hospital a reunirse con el resto de sus amigos. Tras esas puertas correderas se encontraba el inicio de una nueva vida, y esperaban que esta fuera mucho mejor.
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